Carmen González Enríquez es directora del Observatorio sobre la Imagen de España del Real Instituto Elcano desde enero de 2014. Allí, dirige los estudios internacionales de opinión y de otros tipos, sobre el prestigio y la imagen de España. Se ocupa también en el R.I. Elcano de las investigaciones sobre opinión pública en España en relación con aspectos de política exterior y de relaciones internacionales.

Una buena imagen que se mantiene, a pesar de las crisis económicas y la percepción interna sobre la corrupción.

España se encuentra en una posición envidiable en la competencia entre los estados para proyectar imágenes positivas hacia el resto del mundo. En primer lugar, porque tiene una imagen bien marcada, que la identifica de forma clara, algo que ya querrían para sí muchos Estados cuyos perfiles se confunden con los de sus vecinos en la mente de los ciudadanos de países lejanos. Pensemos, por ejemplo, en los estados centroamericanos, en muchos de los subsaharianos, e incluso, en Europa, los bálticos, los balcánicos, o los centroeuropeos. A diferencia de éstos, los rasgos de España resultan claramente distinguibles de los de sus vecinos, por su historia, su atractivo turístico, su lengua o sus muy peculiares tradiciones. España además, tiene iconos bien reconocibles, que constituyen atajos informativos muy útiles, como sabe cualquiera que se dedique al marketing.

Desde el principio de la década, España ocupa una muy buena posición en las escalas de prestigio internacional de los países. Incluso en los momentos más duros de la crisis económica, cuando su imagen externa e interna se vio dañada, se mantuvo en el pelotón de cabeza de los países que reciben más simpatía, respeto y admiración en el mundo. El momento más bajo de esa evolución se produjo en el año 2012, cuando España estuvo a punto de ser “rescatada”, y la “prima de riesgo” alcanzó los 638 puntos. Los medios de comunicación internacionales, que previamente habían ensalzado “el milagro español”, pasaron a presentar fotos de personas escarbando en la basura y reportajes sobre el aumento del paro y la pobreza. A pesar de ello, España no bajó de la posición 17 en el ranking de prestigio de las 55 primeras economías del mundo, una posición desde la que ha subido de forma constante desde entonces, hasta el puesto Nº 13 en la actualidad. En esa tendencia de continua recuperación desde 2014 hasta ahora, la crisis provocada por el referéndum y la declaración unilateral de independencia en Cataluña en 2017 supuso un ligero frenazo, pero no un retroceso, y su impacto desapareció en el año siguiente, en el que la posición española volvió a mejorar en la escala internacional de prestigio.

Pese a ser positiva en todos sus aspectos, la imagen de España es comparativamente débil en los elementos más asociados con la potencia económica, especialmente con la tecnología y la innovación, un atributo en el que sigue valorándose por debajo de la media de los países del G7, y es, al contrario, muy fuerte en primer lugar en todo lo relacionado con el clima, el paisaje y el bienestar físico y emocional, elementos a su vez asociados con el turismo. En segundo lugar, la imagen de España es muy fuerte en lo relacionado con el deporte, y no sólo con el fútbol.

De hecho, las noticias sobre el fútbol español representan un 40% del total de noticias que se publican en la prensa internacional sobre España, y en grandes áreas del mundo, especialmente en África, España es conocida por sus futbolistas, la Liga y los éxitos de la selección nacional. Algunos lamentan que la imagen de España esté tan relacionada con su atractivo turístico y con el fútbol, preferirían que se nos conociera por nuestras capacidades y logros en la ingeniería genética, en las energías renovables o la física cuántica. Sin duda, eso sería aún mejor, pero lo mejor no debería hacernos desdeñar lo bueno: el turismo representa un 12% de nuestro PIB y el fútbol ofrece una imagen muy positiva de un país esforzado, competitivo y líder.

[…] España no bajó de la posición 17 en el ranking de prestigio de las 55 primeras economías del mundo, una posición desde la que ha subido de forma constante desde entonces, hasta el puesto Nº 13 en la actualidad.

Por otra parte, estos mismos aspectos que los extranjeros valoran especialmente sobre España son los mejor valorados por los propios españoles, que, en buena medida, desconocen muchos de los logros tecnológicos y económicos españoles. Los españoles se sienten sobre todo orgullosos del paisaje, el clima, la comida y la sociabilidad de sus connacionales, pero tienen una pobre opinión sobre la economía y, sobre todo, sobre la política española.

La principal debilidad de la imagen de España se encuentra en la propia sociedad española, cuya autoestima sufrió un profundo bache a raíz de la crisis económica y de la caída de la legitimidad de las élites políticas debido a los escándalos de corrupción, hasta el punto de que España pasó a ser uno de los raros países del mundo que reciben menor puntuación entre sus ciudadanos que entre los extranjeros. La autoestima se había recuperado en los últimos años de crecimiento económico (2014-2019) y llegó a superar ligeramente a la valoración exterior a comienzos de 2020, pero la nueva crisis económica provocada por la pandemia ha vuelto a producir ese efecto depresor y ahora, en 2021, vuelve a estar por debajo de la valoración externa.

En clara oposición a los rasgos con que España es percibida fuera de sus fronteras, encontramos dentro de España una imagen mucho más negativa sobre sí misma, en la que la corrupción, la debilidad y la pobreza ocupan puestos muy altos. Casi dos tercios de los españoles (64%) definen al país como corrupto (frente al 27% de los europeos que opinan esto sobre España), más de la mitad, un 52% ven a España débil (25% de los europeos), y un 62% la consideran pobre (43% de los europeos). Otro rasgo preocupante es el alto porcentaje (41%) que define a España como un país ocioso (frente a trabajador), muy por encima de la media europea (25%).

En el gráfico se aprecia cómo los españoles, en su valoración sobre España, eligen más que los europeos los epítetos negativos.

La política es el principal lastre que hunde la evaluación que los españoles hacen de su país, algo que también detecta el Centro de Investigaciones Sociológicas desde hace algunos años, mostrando cómo los ciudadanos mencionan espontáneamente, de forma masiva, la política o los políticos como uno de los principales problemas que tiene el país. Especialmente preocupante en España, es el fatalismo con el que los jóvenes contemplan el país, con una imagen negativa forjada en sus dificultades vitales para la emancipación.

En el exterior, por regiones, el principal déficit del prestigio español se encuentra en América Latina. Hay otras zonas del mundo donde la imagen de España es borrosa por la escasez de relaciones, presentes o pasadas, como ocurre con casi todo Asia y África, de tal modo que el ciudadano medio en estas regiones apenas tiene una opinión sobre España, al menos no una distinta a la que puede atribuirse al conjunto de la Unión Europea. Pero en el caso de América Latina las encuestas detectan sistemáticamente una valoración de España por debajo de la que nuestro país obtiene en Europa y en el antiguo G8, y una puntuación a España menor que la que los latinoamericanos otorgan a otros países europeos vecinos, como Italia o Francia. No está claro a qué se debe esta minusvaloración. ¿Es un rescoldo del rechazo a la antigua potencia colonial? Puede ser, o también puede tener relación con la experiencia como inmigrantes en España de muchos ecuatorianos, colombianos o peruanos desarrollando trabajos no muy bien pagados. O con la relación como cliente/pagador con empresas españolas de servicios. En cualquier caso, hay que resaltar que la valoración de España es mejor que la que hacen de sus propios países.

La crisis económica actual, con su impacto mundial, ha provocado un malestar emocional extendido que se ha traducido en 2021 en un descenso en las valoraciones que los ciudadanos de cada país hacen de los demás y hasta del suyo propio, y en general, de cualquier clase de institución colectiva, un fenómeno que también fue perceptible en la anterior Gran Recesión. Ese descenso ha afectado a todos los países de un modo parecido, por lo que España sigue manteniendo su puesto, esa posición privilegiada, con un prestigio entre los europeos superior al de Francia, Italia o el Reino Unido.